Artrosis: signos de desgaste de las articulaciones
La artrosis es una enfermedad por sobrecarga de las articulaciones que se manifiesta en una degradación de la sustancia cartilaginosa. A menudo se distingue entre artrosis primaria y secundaria. La artrosis primaria surge por una inferioridad del tejido cartilaginoso, cuya causa aún es desconocida. La artrosis secundaria se desarrolla con el tiempo y puede deberse a varios factores. Sobrecargas mecánicas como defectos de eje o inestabilidades, lesiones en las partes articulares, inflamaciones o enfermedades metabólicas como la gota pueden provocarla. Otros desencadenantes son el sobrepeso o trabajos físicos pesados durante varios años.
La hinchazón de la articulación y el dolor al moverse o en reposo son los principales síntomas de la artrosis. Además, pueden presentarse fuertes tensiones en la musculatura estabilizadora de la articulación, ya que los afectados intentan aliviar la articulación dolorida de esta manera. En el curso avanzado de la enfermedad, se producen deformaciones e inestabilidad, así como una limitación de la movilidad. El estado final es la anquilosis, la rigidez total de la articulación.
La artrosis puede aparecer en todas las articulaciones del cuerpo humano. Sin embargo, generalmente se forma en las articulaciones grandes como la rodilla, la cadera, el hombro y el codo, así como en las articulaciones de la mano y el tobillo.
¿Artrosis por correr?
En personas sanas, correr en principio no causa artrosis. Dado que el tejido cartilaginoso se nutre exclusivamente mediante la carga y descarga, correr puede incluso prevenir la artrosis. Las personas mayores de 55 años que corren regularmente reportan menos molestias articulares que la población promedio. Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, correr sí puede contribuir a la formación de artrosis. Las articulaciones afectadas son principalmente la cadera y la rodilla. Correr no es tan exigente para las articulaciones como el fútbol o el tenis, pero sí más que, por ejemplo, nadar o andar en bicicleta. La artrosis puede desarrollarse por correr en exceso, con una distancia semanal de más de 50 kilómetros. Otros factores de riesgo son el sobrepeso, cargas demasiado altas en estado no entrenado o la falta de fases de recuperación.
Correr con artrosis diagnosticada
Desde un punto de vista estadístico, la artrosis progresa a una velocidad similar en corredores y no corredores, sin importar en qué estadio se encuentre la enfermedad. Correr a baja intensidad puede incluso detener o al menos ralentizar el avance de la artrosis. Sin embargo, hay algunas cosas que las personas con artrosis diagnosticada deben tener en cuenta al hacer jogging. Los zapatos son la parte más importante del equipo. Deben tener una buena amortiguación, ya que los pies soportan entre dos veces y media y tres veces el peso corporal al correr. Se deben evitar en lo posible las calles asfaltadas, así como las pendientes o bajadas excesivas; lo mejor son los caminos suaves en bosques o praderas. Para las articulaciones, es mejor correr con mayor frecuencia pero en sesiones más cortas de 30 a 40 minutos, que hacer largas distancias una o dos veces por semana. La duración de la carrera debe elegirse de modo que no se presenten dolores durante la misma. Tampoco debe haber hinchazón ni limitación de movimiento en las horas posteriores.
Igualmente importantes que el movimiento son las fases de recuperación. Estas deben ser lo suficientemente largas y complementadas con medidas físicas como tratamientos de calor en sauna o cabina de infrarrojos. Los exámenes deportivos regulares controlan la evolución de la enfermedad y aseguran un estilo de carrera correcto. El jogging debe practicarse solo como deporte recreativo, ya que las competiciones, debido a la alta intensidad de carga, afectan negativamente la evolución de la enfermedad. Para tratar la artrosis, el jogging regular debe combinarse con ejercicios de fortalecimiento de la musculatura estabilizadora de las articulaciones y entrenamiento de coordinación. Esto apoya la articulación y previene lesiones por tropiezos o caídas al correr. Para una prevención adicional, se recomienda una sesión de estiramientos después del jogging. En ella no se cargan las articulaciones, pero se mantienen elásticas las tendones y ligamentos.
En los primeros minutos de la sesión de carrera puede aparecer un llamado dolor de arranque. Sin embargo, este no debería durar mucho. Si el dolor persiste después de diez minutos o se intensifica con el tiempo, el cuerpo envía una señal clara de alarma. Por ello, se debe reducir la intensidad del esfuerzo y, posiblemente, consultar con el médico tratante. La toma de analgésicos es muy contraproducente, ya que los medicamentos suprimen la advertencia que el cuerpo envía a través de las señales de dolor. El riesgo de daños en el aparato locomotor aumenta y, además, el consumo regular de analgésicos daña órganos desintoxicantes como el hígado y los riñones.
Deportes alternativos
Si correr no es una opción debido a la artrosis, se recomienda cambiar a deportes que sean más suaves para las articulaciones. Con una carga mucho menor, estos también pueden ralentizar o, en el mejor de los casos, detener la progresión de la enfermedad.
Como con todas las enfermedades articulares, la natación es también la mejor opción para la artrosis. Mientras el agua soporta gran parte del peso corporal, la musculatura se fortalece mediante el movimiento contra la resistencia del agua. Son ideales la natación de espalda y el crol, ya que se evitan movimientos de rotación en la cadera y la rodilla. En segundo lugar está el ciclismo, ya sea en carretera o en el ergómetro. Para ello es fundamental ajustar correctamente la bicicleta para que las articulaciones sufran la menor carga posible. Un número alto de marchas permite ajustar con precisión la resistencia a la capacidad física. En la artrosis se debe pedalear con baja resistencia y alta cadencia. Otra alternativa al jogging es el Nordic Walking. El movimiento al caminar amortigua mejor los impactos fuertes y además parte del peso corporal es soportado por los bastones. En invierno, el esquí de fondo es una alternativa ideal al Nordic Walking.